A pura energía

Vaya paradoja: pese a que en el anfiteatro José Hernández hubo más de 18 mil personas, la del jueves, fue una noche de absoluta Soledad. Es que el tifón de Arequito, dejó su sello de poncho y folclore estampado sobre las tablas de un escenario Martín Fierro que por momentos parecía moverse. La gente, se lo retribuyó a puro baile y revoleó lo que tenía a su alcance en lo que fue la séptima estrella del Festival de Jesús María.

Pero previo a semejante movida joven de música criolla, la noche tuvo su puntapié inicial de la mano Los Huayras. De a poquito, el entusiasta grupo salteño fue encendiendo la llama folclórica en las tribunas del estadio. El cuarteto, decidió hacerle un pequeño un homenaje a Alfredo Espíndola, el jinete misionero que murió un año atrás en el campo de la doma. El público los acompañó con un sentido y cerrado aplauso.

Más tarde, llegó Gisela Santa Cruz. La boliviana, desparramó a pura saya toda su polenta y le dio un toque de distinción al festival. A las 23.19, en las boleterías se registraban unos 13 mil tickets vendidos. Entre pausas musicales, la jineteada se encargó de aportarle su dosis de argentinidad a la noche. La antesala a la Sole continuó con los cordobeses de La Copla y Los Alonsitos con su pegadizo chamamé.

Para los fieles seguidores de la flamante mamá de Arequito, la espera por verla resultó eterna. Muchos se apostaron cerca de las 23 en la puerta de ingreso a camarines para sacarse aunque sea una foto, pero el arribo de la cantante fue pocos minutos antes de su actuación. Es más, Soledad llegó a la puerta del anfiteatro a la 1.18 y se dirigió -sin escalas- hacia las tablas del Martín Fierro.

De repente, la penumbra le fue ganando el terreno a las luces y el humo comenzó a brotar desde el piso. Con un pantalón de cuero negro, botas rojas y una capa oscura que abrazaba su camisa, Soledad Pastorutti apareció en Jesús María y conquistó a todos. El recital comenzó con La viajera , Salteñita de los valles y Chacarera para mi vuelta . De fondo, una enorme pantalla reproducía imágenes de todos los rincones del país.

Aplomada y con la madurez que sólo da el paso del tiempo, La Sole optó por un arranque más melódico para después, levantarle la temperatura al show. Luego siguieron Mi pueblo , Esta vida , Compadre qué tiene el vino y Chacarera para mi vuelta , todas canciones de su nuevo disco Vivo en Arequito .

Con sus siete músicos detrás, Soledad se deleitó con el público y hasta se permitió jugar con algunos pequeños en el escenario: una grata sensación musical fue una versión acústica-folclórica de Tu cárcel del grupo os Enanitos Verdes. El clásico Que nadie sepa mi sufrir fue tarareado por todo un estadio, que a esa altura de la noche ya era un hervidero.

Con el ingresó al Martín Fierro de Natalia, su hermana, el dúo se las arregló para generar una algarabía total en Jesús María: el punteo de A don Ata , revolucionó al estadio y marcó el punto más alto del show. Lo que parecía ser la despedida del espectáculo fue con un popurrí de El bahiano , Tren del cielo y El humahuaqueño .

Finalmente y a puro grito futbolero, el público le pidió a Soledad que regresara al escenario. Como cierre y en la tierra de la Mona Jiménez, la santafesina se animó y cantó un cuarteto. Ya habían pasado unos 95 minutos de música casi sin pausa: el tifón de Arequito -el último tanque folclórico en la grilla del festival- dejó su huella marcada en Jesús María.

Fuente: Clarin

Entradas populares de este blog

Las bodas de oro

Despedida al Beto

La 40º Bierfest de Nueva Helvecia - Colonia Suiza, ya esta en marcha